Gabriela Carmona Slier (2018)
La mutilación genital femenina es reconocida internacionalmente como una violación de los derechos humanos de las mujeres y niñas. Refleja una desigualdad entre los sexos muy arraigada, y constituye una forma extrema de discriminación de la mujer. Es practicada casi siempre en menores y constituye una violación de los derechos de la niña. Asimismo, viola los derechos a la salud, la seguridad y la integridad física, el derecho a no ser sometido a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes, y el derecho a la vida en los casos en que el procedimiento acaba produciendo la muerte. (Fuente OMS)
En un gesto simbólico, Gabriela Carmona se adentra de lleno en la oscuridad. Opaca, penetrante. Se tapa, se tiende. Se esconde. Tal vez una huida. Quizá un no querer mirar. O un no poder soportar más.
Una suerte de crucifixión que nos habla, no ya solo de una experiencia aislada, sino de un común denominador, de historias que se repiten desde antaño. Un gesto que se tapa la boca, pero lo hace, precisamente, para hacer audible el grito de muchas más.
Muchas, siempre demasiadas: enterradas, ocultas, asustadas, desaparecidas. Silenciadas en el más tremendo de los horrores. Mutilación de cuerpos y almas. Crucificados sin necesidad de espinas, en soledad.
Solo entonces nos percatamos de que esa metáfora no es más que una terrible realidad. Pues, ¿qué pasaría si todas hicieran este mismo gesto en un mismo momento?, ¿si aparecieran todas y se recostaran a la vez? Resulta simplemente impensable: la tierra, así de crudo, no dispone de tanta superficie como para albergar tantos cuerpos esparcidos.
Y, así, quedan ocultos. Tan inconmensurable e insaciable es la crueldad del ser humano.
Texto Inés Artola (Extracto) “El origen del miedo”.