“No buscamos el conocimiento gobernado por el falogocentrismo
(la nostalgia de la presencia de un único mundo verdadero) y la visión
incorpórea. Buscamos el conocimiento gobernado por la visión parcial
y la voz limitada, no parcialmente porque sí, sino por las conexiones y
aperturas inesperadas que posibilitan los conocimientos situados. Los
conocimientos situados se basan en comunidades, no en individuos
aislados”
Donna Haraway, 1988
La literatura de tradición oral, constituye una manifestación cultural relevante para la
conformación de diversas relaciones en el espacio de lo social. Transmite una serie de creencias,
ideas y preocupaciones que pasan a formar parte de nuestras experiencias, estableciendo con ello,
modelos de comportamiento que organizan el propio actuar. Es decir, de naturaleza didáctica, la
tradición oral deposita en las voces de su habla aquella carga expresiva y emotiva que fija “qué
actitudes conviene adoptar o se indica la base de una conducta o se extraen las consecuencias de
determinadas acciones” (Morote, 1999, p.112).
A través de la transferencia oral de mitos, cuentos o leyendas, se adquieren normas prácticas y
cotidianas para vivir, pensar y actuar.
Cuentos de la culebra, propone un relato autobiográfico en el cual, dialogan imaginarios de
infancia –recuerdos de un legado ancestral de antiguas mujeres- con las experiencias de otras,
situadas en un hoy, marcado por dolores, culpas y violencias.
Un proyecto instalativo que emerge desde aquellos recuerdos íntimos, los cuales se van hilando en
la indagación con lo privado y su relación con lo colectivo, metaforizando la experiencia personal
en un “un yo social-para Judith Butler, un yo performativo- en quien el lenguaje no es un modo de
expresión, o de representación, sino que es un procedimiento, una forma de
autoengendramiento, en un diálogo inevitable con un tiempo histórico, con una
contemporaneidad” (2018, p. 25), como señala la investigadora Lorena Amaro al referirse a esta
noción de autobiografía.
Así, la memoria de su infancia se cruza con relatos orales presentes en culturas tradicionales,
donde aparecen mujeres mayores al cuidado de niñas, especialmente cercanas a su primera
menstruación, pues ante la presencia de culebras que huelen su sangre, existe el temor de ser
violadas; así, “entre las tribus de México, Brasil, Norteamérica y Bolivia, este animal ha jugado un
papel central como causante de la menstruación, como violador de las adolescentes solitarias”
(Alarcón-Nivia, 2005,p 36).
Imágenes que han naturalizado el miedo como dispositivo de control y disciplinamiento de los
cuerpos femeninos, y que son abordadas por Gabriela Carmona Slier desde voces, saberes y
experiencias que resisten estos dictámenes de la hegemonía de lo masculino.
Referencias
● Alarcón-Nivia, Miguel Ángel (2005). Algunas consideraciones antropológicas y religiosas alrededor
de la menstruación. Revista Colombiana de Obstetricia y Ginecología. Vol. 56 No.1
● Amaro, Lorena (2018). La pose autobiográfica. Ensayo sobre narrativa chilena. Ediciones
Universidad Alberto Hurtado
● Morote, Pascuala (1999). La mujer en la literatura de tradición oral. Universidad de Valencia.
XXXIV Congreso El español a las puertas del siglo xxi (Zaragoza, 1999) ACTAS XXXIV (AEPE)
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