Tengo que dejar que este dolor fluya a través de mí y pase. Si resisto o trato de pararlo de alguna manera, va a detonar dentro de mí, me va a destrozar…
Audre Lorde
Las fuerzas que animan nuestra existencia y que identificamos con sentimientos como alegría, miedo, deseo, rabia o impotencia irrumpen y transforman de manera permanente nuestra vida cotidiana. Estas energías o Numen, como propone Gabriela Carmona, se convertirán en los espíritus que impulsan y deambulan en sus acciones y articulan su corpus de obra.
Desde reflexiones que vinculan ciclos vitales de la existencia, encarnadas en la naturaleza y el sentir femenino, su proyecto ha transitado en diálogo permanente con la experiencia del dolor y la muerte. Las máscaras que ella misma elabora se convierten en referentes simbólicos de este andar y estarán presente en varios de sus trabajos, como una especie de residuo ancestral, proveniente de la voz mapuche witralekinolge domo, traducida como “mujer no te quedes aquí de pie”, corporizando el gesto y su fluir, como estrategia performativa para, como ella misma propone, “exorcizar” traumas, miedos y violencias.
El proyecto se inició con la obra Sorrow (desesperanza) (2017), fotoperformance que marcó este giro performático de su trabajo artístico. A partir del grabado de Van Gogh, esta imagen cargada de desesperanza y dolor es transformada por la artista en un gesto corporal que encarna sobre sí misma. Su cuerpo se va cubriendo de mortajas, siguiendo una práctica que nos acerca a la percepción intimista del proceso en que la vida va transmutando en muerte.
Seguirán Nunca terminamos de vivir (2018), instalación en donde, a modo de ofrenda, profundiza en la relación material que implica la construcción de un ajuar mortuorio, esta vez de carácter colectivo. La costura que realiza en esta instalación une diversas vestimentas femeninas que proceden de distintas mujeres, y le permite levantar en el espacio expositivo una especie de altar/cruz/sudario. Se encuentran también sus máscaras tejidas y proyecta el videoperformance Desaparecer (2018), en el cual es posible observar el desdoblamiento metafórico del cuerpo y su desvanecer.
Gabriela Carmona sitúa en la escena de la performance gestos que parecieran destinados al silencio de lo privado, sin embargo, su trabajo transgrede esos límites. A través del cuerpo y materialidades que va hilando en sus acciones, como en Imágenes quemadas (2020), Gabriela nos propone una reflexión íntima donde imaginar la libertad que desafía diversas formas de violencia contra las mujeres. Esta última acción pareciera retomar las palabras de Audre Lorde, “me siento como otra mujer, salida de la crisálida, y me convierto en una yo más ancha, estirada; fuerte y excitada, un músculo flexionado y listo para la acción”.